ORACIÓN: Padre Dios entiendo que cada día cometo errores, por eso pido perdón, me arrepiento de mis pecados, te pido que me limpies. En el precioso Nombre de Cristo Jesús, Amén.
El grupo de jóvenes de la Iglesia Evangélica Congregacional de San Nicolás de los Arroyos, Ministerio Vida x Vida, todos los días que estamos pasando en cuarentena, envían mensajes de aliento por las redes sociales.
Todos los días, vamos a estar compartiendo estos mensajes cortitos para reflexionar y para pensar.
Antes de que el Señor Jesús volviera al cielo, dijo a sus discípulos: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7). Estas palabras se cumplieron cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en Pentecostés.
Desde entonces, el Espíritu Santo habita personalmente en cada creyente. Todo aquel que cree en el Evangelio lo recibe. “Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo” (Gálatas 4:6): Poseemos el Espíritu como sello, como garantía (arras), como unción y como testimonio (Efesios 1:13, 14; 4:30; 1 Juan 2: 20, 27; 5:7; 2 Corintios 1:21-22).
Pero el Espíritu Santo habita también en la totalidad de todos los creyentes, es decir, en la Iglesia en su conjunto. El Señor Jesús murió no solo para salvar a los pecadores, sino también “para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11:52). Esto sucedió a través del Espíritu Santo. Él es el vínculo por el cual cada creyente está unido al Señor en el cielo y con los demás creyentes.
El Nuevo Testamento relaciona claramente la verdad de la Iglesia con el Espíritu Santo. Cuando la Iglesia es vista como la casa de Dios, es una “morada de Dios en el Espíritu”. Cuando se trata de ella como la esposa de Cristo, el Espíritu la guía a esperar a su esposo. Si se la considera como el cuerpo de Cristo, leemos: “Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13). Este bautismo del Espíritu Santo tuvo lugar en Pentecostés, cuando se formó la Iglesia.
BETHEL MUSIC, KRISTENE DiMARCO y RAQUEL VEGA Ten fe corazón
Toma tiempo Respira, Él dice
Él mostrará lo que vendrá
Sus pensamientos
Son más altos que yo
Él mostrará lo que vendrá
Ten fe corazón
Ten firmeza y valor
Está en la espera, Él está en la espera
Confía en Él
Y el triunfo podrás ver
Él nunca falla, Él nunca falla
Canta mi ser
Fortalécete
Que Su voz te guiará
No olvides más Su gran fidelidad
Lo que empezó acabará
Ten fe corazón
Ten firmeza y valor
Está en la espera, Él está en la espera
Y Tú quien todo vio
Cada estrella nombró
Vas a cumplir Tu promesa en mí
Que viviré en Tu Victoria
El grupo de jóvenes de la Iglesia Evangélica Congregacional de San Nicolás de los Arroyos, Ministerio Vida x Vida, todos los días que estamos pasando en cuarentena, envían mensajes de aliento por las redes sociales.
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La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que... vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
Mangy, marcada por una infancia triste, se drogaba desde su adolescencia. La creciente adicción la llevó a pasar varios periodos en el hospital. Su estado se fue deteriorando y los médicos le advirtieron que le quedaba muy poco tiempo de vida. En esta situación desesperada, una pareja cristiana le propuso recibirla en su casa. Mangy aceptó, pero declaró que no quería ni religión ni oraciones. Para calmarla cuando sentía la necesidad de drogarse, se ocuparon mucho de ella con la ayuda de otros creyentes. Poco a poco empezó a escuchar y ya no trataba de huir cuando se hablaba de Jesús. Su alma anhelaba la serenidad, y lentamente sus sentimientos de rebeldía se detuvieron. Llegó el momento en que pidió la liberación volviéndose a Jesús, quien buscaba a esa oveja perdida. Pronto testificó: «¡Soy tan feliz, creo en Jesús! Pero me siento indigna de él, pues realmente no tengo nada que darle».
Más tarde, cuando su cuerpo se debilitaba cada vez más, Mangy explicó a sus amigos que su verdadera vida, la vida eterna, estaba en Jesucristo. Cierto día, caminando por una calle, se desplomó... horas más tarde estaba en paz junto a su Salvador.
La gracia de Dios revelada como una fuente de salvación es para todos los hombres. Mediante el sacrificio de Jesucristo, ofrece a cada uno la posibilidad de ser liberado del pecado y de toda esclavitud, para conocer la vida eterna.
Puedo ver
el destello del alba,
los colores de paz
Puedo oír
la canción de victoria,
Jesucristo ganó
Precoro
No es con mis fuerzas,
es con tu Espíritu
que venceré,
aunque no entienda,
mi fuerza eres tú,
declararé
Coro
Yo sé, la victoria
tenemos ya
Yo sé, la batalla
tomada está
Si tú ya venciste,
no temeré,
yo cantaré,
//así será.//
Puedo ver
las banderas del mundo,
todos vuelven a ti
Puedo oír el sonido de gloria,
Jesucristo ganó
Puente
Aun en batallas
tú nunca me fallas,
//así será.//
En medio del valle
de sombra y muerte,
//yo cantaré//
////Victoria, oh…////
V1:
En un mundo de angustia
Cuando hay duda y temor
Solo hay una esperanza
Creo en ti, Creo en ti
V2:
En un mundo quebrantado
La oscuridad cambias por luz
Sólo hay un fundamento
Creo en Ti
CORO:
Creo en nuestro Dios el Padre
Creo en su hijo Jesús
Creo en el Espíritu Santo
Vida nueva el nos da
Creo que él fue crucificado
Creo que la muerte venció
Creo que ha resucitado
Y que Él volverá otra vez, Creo en Ti
V3:
Que nuestra fe sea mas que himnos
Mucho más que una canción
Y aún en mis debilidades
Creo en ti, Creo en ti
PUENTE:
Los caídos se van a levantar
Su amor fluirá y no parará
Y la iglesia hoy proclamara:
Creo en ti, Creo en ti
Y el infierno derrotado será
El poder de Dios nos da libertad
Tu amor yo se que no fallará
Creo en Ti, Creo en ti
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Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Queremos abordar, a la luz de la Biblia, el tema del matrimonio, a menudo debatido. Recordemos que el autor de este Libro no es nada menos que el Creador. Primero Dios creó el universo, luego llenó la tierra con todas las especies vivas, y por último confió al ser humano, creado el sexto día, hombre y mujer, la administración de estas cosas.
Así Dios en su sabiduría y su amor creó al hombre, constató que no era bueno que el hombre estuviese solo, y le dio una “ayuda idónea”, la mujer (Génesis 2:18). Una traducción más literal de la expresión empleada en el texto original hebreo podría ser: «una ayuda conforme a él (a su necesidad)»; esta expresión manifiesta que las dos personas que componen la pareja son de naturaleza idéntica y perfectamente adaptadas la una a la otra, complementarias.
Desde el origen, y en todo tiempo, la intención de Dios cuando hace nacer el amor entre un hombre y una mujer es que vivan una felicidad íntima, en una comunión espiritual, afectiva y física.
Esto también se desprende del texto bíblico base del matrimonio: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
En el marco de esta unión, declarada públicamente de manera civil o religiosa (según los países y las épocas), Dios siempre quiso bendecir las parejas y las familias que forman la base de las sociedades.
Aún no puedo asimilar lo que me ha sucedido,
El milagro más glorioso que yo he vivido,
Que después de malgastar lo que no era mío
No he tenido que pagar
Traicioné a aquel que me perdonó la vida,
Humillé al que curó toda mi herida,
Y en mi huida coseché lo que merecía,
Y desvanecido en mi dolor
En algún momento él me encontró.
(Coro)
He despertado en el redil,
No sé cómo,
Entre algodones y cuidados del Pastor,
Y antes de poder hablar de mi pasado,
Me atraviesan sus palabras y su voz;
Que se alegra tanto de que haya vuelto a casa,
Que no piense, que descanse, que no pasa nada,
Y dormido en su regazo, lo he sabido,
Tengo vida, tengo dueño y soy querido.
He aprendido la lección del amor divino,
Que me transformó, cruzándose en mi camino,
Y que dio a mi vida entera otro sentido,
Otra meta y otro fin;
Yo no sé lo que traerá para mi el mañana,
Pero si sé que nunca se apagará su llama,
Salga el sol por donde quiera, él me ama
Sé lo que es la gracia y el perdón,
Su misericordia es mi canción.
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Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
«Estos muros son realmente raros. Al principio los detestas, luego te acostumbras a ellos. Y al cabo de cierto tiempo te vuelves dependiente». Así describía un preso su adaptación a los muros de su cárcel. ¿No sucede lo mismo cuando aceptamos hacer el mal? La primera vez hacemos callar nuestra conciencia. Luego tratamos de esconder nuestra falta, pues en el fondo de nosotros mismos sabemos que lo que hicimos está mal. Tenemos vergüenza, estamos como irritados contra nosotros mismos.
Y si volvemos a caer en lo mismo, al cabo de cierto tiempo nos volvemos esclavos de ello. La costumbre hace que nos sintamos a gusto con el pecado y terminamos siendo dependientes de él. Cuando caemos en ese engranaje, perdemos nuestra verdadera libertad.
Pero Dios desea liberarnos de ese poder del pecado. Por ello dio a su Hijo Jesucristo. Él, el único justo, el único hombre en la tierra que nunca cometió pecado, llevó en la cruz, en nuestro lugar, el castigo que nosotros merecíamos. Murió y dio su vida por mí. Para ser liberado del pecado puedo considerarme como muerto con él, y vivo para él.
¡No nos acostumbremos a pecar! No basta querer hacer el bien. Debemos confesar nuestras faltas a Dios, sencillamente, y hallar en él el perdón, la paz y la plena libertad. ¡Así recibiremos la fuerza para resistir al mal!
Cristo vino para hacer de nosotros personas libres, liberadas del pecado (Gálatas 5:1). ¡Depositemos nuestra confianza en él! ¡Él es el Salvador, el único Salvador!
Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás
Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás
No hay nada que yo pueda hacer para impresionarte No hay nada que yo pueda ofecer para impresionarte Tu me amas por lo que soy y yo te amo por lo que eres
No hay nada que yo pueda hacer para impresionarte No hay nada que yo pueda ofecer para impresionarte Tu me amas por lo que soy y yo te amo por lo que eres
Y tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás
Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás
Tu eres mi verdadero amor El que no falla, el que no se cansa de esperarme Nunca me conformare Siempre sintiendo este hambre que me desarma por dentro Que hace que mi alma clame y quiera más Clame y quiera más de ti Jesús Clame y quiera más de ti Clame y quiera más de ti
Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás
Estoy confiada en ti Me siento segura en ti
Estoy confiada en ti Me siento segura en ti
Estoy confiada en ti Me siento segura en ti
Estoy confiada en ti Me siento segura
Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás Tu amor me hace fuerte Tu amor me hace fuerte No tengo que temer si tu conmigo estás (Tu conmigo estás)
Tu y yo de la mano Nos enfrentaremos a todo Sin temor Por que el verdadero amor echa fuera el temor
No tengo que temer Si tu conmigo estas Soy libre del temor Si a mi lado tu estás
No tengo que temer Si tu conmigo estas Soy libre del temor Si a mi lado tu estás
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A lo largo del siglo XX (20) los hombres imaginaron que la mejoría de las condiciones de vida haría que la gente fuese más feliz y fraternal. Hoy fácilmente constatamos que eso no basta.
La Biblia nos enseña que la felicidad no consiste en amontonar riquezas materiales, sino en tener una buena relación con Dios y, por lo tanto, con nuestros semejantes. Tales relaciones, basadas en la justicia y el amor, dan a la vida su verdadero sentido. No están marcadas por la posesión, sino por la acción de compartir y dar.
Para vivir relaciones así, Jesús nos dice que es necesario nacer de nuevo (Juan 3:3). Solo esta nueva vida nos permite entrar en el ámbito del amor divino. Dios nos concedió esta entrada mediante el don más extraordinario: su Hijo unigénito, y el Hijo dio su propia vida para expiar nuestros pecados.
Este regalo tiene algo especial: es universal, pero al mismo tiempo va dirigido a cada uno de nosotros personalmente. “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Entonces se crea una relación verdadera y feliz con Dios, conocido no como el que exige, sino como aquel que da y a quien nos entregamos.
Nuestras relaciones con nuestros semejantes se benefician de esta actitud dictada por el amor divino. Entonces tratamos de descubrir las necesidades materiales (y espirituales) de nuestro prójimo y procuramos ayudarle sin esperar nada a cambio.
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Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia.
Recuerdo a aquel compañero de servicio militar: en una jornada de vacunación, apareció con el pecho desnudo y un impresionante tatuaje: «Ni Dios ni amo». Pero todos sabían hasta qué punto estaba atado al alcohol y a la inmoralidad.
Muchas personas cometen el error de creer que pueden disponer de sí mismas libremente, y que no están bajo ninguna influencia. Ser un esclavo significa obedecer a una adicción, ceder a una tentación cada vez que se presenta. El hombre, desde que fue echado del paraíso tras haber desobedecido, está bajo el dominio del diablo, bajo «el poder de las tinieblas». Dios quiere sacarlo de ese estado y llevarlo a la conversión que lo hará pasar de esas tinieblas morales a la luz de Su presencia. Pero solo seremos liberados si lo permitimos. No existe un lugar neutro entre la luz y las tinieblas: pertenecemos a Dios, o Satanás es nuestro amo. El hombre se parece a un barco que debe ser obligatoriamente conducido por alguien. Si Dios no es el capitán, ¿quién tomará el timón? ¡Satanás!
¿Desea usted una liberación total? ¡Escoja a Jesucristo como Dios y Maestro! ¡La verdadera libertad es creer en él y servirle!
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro” (Mateo 6:24).
Los creyentes de Tesalónica se habían convertido “de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9-10).
Escóndeme en tus alas, Señor
Y cúbreme con tu mano de poder
Cuando hay tempestad y ruge el mar
En tus brazos, Dios, yo voy a estar
Padre eres rey sobre el mar
Quieto estaré
Sé que eres Dios
Sé que eres Dios
Descansaré en ti, mi Dios
Tu poder me da seguridad
Cuando hay tempestad y ruge el mar
En tus brazos, Dios, yo voy a estar
Padre eres rey sobre el mar
Quieto estaré
Sé que eres Dios
Sé que eres Dios
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