jueves, 2 de julio de 2020

REFLEXIÓN - Jueves, 2 de julio de 2020

(Jesús) clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió.
Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.
El poder del Hijo de Dios (1)
Lázaro, el hermano de Marta y María, reposaba desde hacía cuatro días en una tumba cerrada con una pesada piedra. Una enfermedad lo había matado en poco tiempo.
La multitud que había venido para el sepelio se acercó y se detuvo ante la tumba. ¿Qué sucedía? ¿Existiría un médico que luchara por un paciente declarado muerto hacía varios días? De repente, de entre la multitud, alguien dio la orden de quitar la piedra que cerraba la entrada. Marta, la hermana del muerto, dijo: “Señor, hiede ya...” (Juan 11:39). ¡Lázaro estaba realmente muerto!
Entonces la misma voz resonó. Era la voz de Jesús, un amigo de la familia en duelo, quien llamó: “¡Lázaro, ven fuera!”. ¿Acaso no sabía Jesús que Lázaro estaba muerto?
¡Pero qué sorpresa cuando dentro de la tumba hubo un movimiento! Lázaro, el muerto, despertó al oír la voz de Jesús. Y obedeciendo a su irresistible autoridad, salió.
Este relato tan conocido nos interpela. Si realmente un muerto está obligado a obedecer a la voz de un hombre, ¿quién es ese hombre, sino el Hijo de Dios, el Príncipe de la vida?
Un día nadie podrá resistir a la autoridad de esa voz, pues “todos los que están en los sepulcros oirán su voz”. Usted también escuchará, obedecerá y saldrá... ¿Será para resurrección de vida, porque usted ha creído en él y ha recibido la vida eterna? ¿O será para resurrección de condenación?

Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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