domingo, 5 de enero de 2020

REFLEXIÓN

Jesús de Nazaret... anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo.
Jesús, el Hombre perfecto
Dejó el cielo para convertirse en un hombre. Al nacer fue acostado en un pesebre, fue un niño dependiente de María, su madre. Estuvo sumiso a sus padres, trabajó para ganar su sustento, vivió en la pobreza (2 Corintios 8:9).
En su ministerio, sin domicilio propio, iba de un pueblo a otro para aliviar los sufrimientos físicos o morales, sanaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, a los excluidos. No tenía en cuenta su propia sed, su hambre ni su cansancio.
Fue incomprendido y menospreciado, hasta por sus amigos y su familia. Fue negado y abandonado por los que estaban más cerca de él, y traicionado por uno de ellos.
Al final de su servicio de unos tres años, aunque era inocente, fue arrestado, insultado, azotado, condenado y crucificado. Con todo, durante ese tiempo, pidió a Dios que perdonara a los que lo ultrajaban. Muriendo para salvarnos, Jesús, quien nunca había pecado, fue hecho pecado “por nosotros” (2 Corintios 5:21). Él sabía con anticipación todo lo que le iba a suceder (Juan 18:4), pero aceptó voluntariamente recorrer su camino de sufrimiento hasta la cruz, para la gloria de Dios su Padre y por amor a nosotros.
Resucitado, apareció a los suyos para fortalecer su incipiente fe. Ascendido al cielo junto a su Padre, envió al Espíritu Santo a la tierra para acompañarnos.
Ahora, en el cielo, Jesús espera el momento de tener a los suyos junto a él. Y se ocupa de ellos, respondiendo a sus necesidades diarias.
De él queremos hablarle en este calendario.

Tomado de http://labuenasemilla.net/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario