martes, 23 de junio de 2020

REFLEXIÓN - Martes, 23 de junio de 2020

La tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios.
Temamos... al Señor Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo.
Lluvia y sol
Hablar de la lluvia y del buen tiempo significa hablar de todo y de nada. Sin embargo es un asunto muy importante para todos aquellos cuyos recursos dependen esencialmente de la naturaleza. Pero la civilización moderna ha alejado a muchos de entre nosotros de esas preocupaciones.
Vivimos con la ilusión de poder controlar todo. Sin embargo, la lluvia, el viento, las nubes y el sol escapan completamente a nuestro control. Las inclemencias del tiempo, las precipitaciones, las tempestades provocan muchos daños, grandes catástrofes. Nos recuerdan nuestra fragilidad y nuestra impotencia. Necesitamos comprender que somos criaturas dependientes de Dios. Él es el Creador de los cielos y de la tierra. En su bondad hacia su criatura, “hace salir su sol sobre malos y buenos, y... hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Nuestro alimento depende de ello.
Nos llaman la atención sobre la responsabilidad que tenemos como usuarios del ecosistema. Pero también somos responsables de no olvidar a su Dueño. Aun cuando nuestro trabajo tiene su valor, ¿qué pensaríamos de un artesano que olvida lo que debe a quienes le proveen material o energía?
Dios es bueno y da, pero la ingratitud le ofende. Él ha dado mucho más que buenas lluvias en su momento. “Ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). No menospreciemos este don único.

Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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