lunes, 31 de agosto de 2020

REFLEXIÓN - Lunes, 31 de agosto de 2020


En ti, oh Señor, me he refugiado... Tú eres mi roca y mi fortaleza.
La roca de mi corazón y mi porción es Dios.
Echemos el ancla
El arte de la navegación ha progresado mucho desde que nuestros lejanos ancestros lanzaron la primera balsa en el mar. Todas las partes de una embarcación y los aparatos que la conforman han sufrido continuas innovaciones. Una pieza, sin embargo, ha cambiado poco: el ancla. Ella se hunde en lo invisible para buscar el suelo firme y fijarse sólidamente. El barco puede ser sacudido, pero si el cable es sólido y el ancla está bien fijada, ninguna tempestad se lo llevará...
Dondequiera que usted esté, en todo su vigor o en el ocaso de la vida, eche el ancla de su esperanza hacia esa roca siempre accesible: ¡Jesucristo, el Hijo de Dios! El cable representa las promesas divinas que nos unen a Cristo; él es esa roca segura e inquebrantable, cualquiera que sea nuestra situación.
Qué consuelo para todos los que, por la fe, se han aferrado a esas promesas y a la esperanza de estar pronto y para siempre con el Señor en el cielo, esperanza que “tenemos como segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:19).
A mis pies el océano ruge,
El viento sopla a mi alrededor,
Sobre Cristo, mi roca, se funda
Mi sola esperanza y mi fe.
En medio de fuertes tempestades,
Ese abrigo, ¿lo has hallado?
¡Agarra la mano poderosa
De Jesús que quiere salvarte!

Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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