viernes, 14 de agosto de 2020

REFLEXIÓN - Viernes, 14 de agosto de 2020

Nuestro socorro está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron.
Navegar hacia la esperanza
Durante años, un emigrante afgano deambulaba entre Asia y Europa. Cuando llegó a Francia, quiso ir a Inglaterra en busca de una mejor vida. Entonces, con algunos objetos reciclados, construyó una balsa para atravesar el Canal de la Mancha: tablas para el marco, poliestireno plastificado para el flotador, una pata de mesa y un bastón de pesca para el mástil, una sábana para la vela. El hombre navegaba en su embarcación cuando los equipos de rescate lo interceptaron y lo llevaron a su punto de partida. Entonces explicó que navegaba hacia la esperanza, y que su esperanza acababa de desmoronarse.
Vivir sin esperanza es trágico. Creer que uno no tiene futuro, que la vida no tiene sentido, puede conducir incluso a lo peor. Para atravesar las dificultades de la vida, uno puede «echar mano de lo que pueda», o bien poner su confianza en Dios. Y la diferencia es inmensa. El que cree en Dios y en sus promesas tiene todo lo que Dios es en su amor, su sabiduría, su fidelidad, su poder y su soberanía. Esto es lo que Dios, quien no puede mentir, declara a cada uno:
–Él quiere darle “la esperanza de la vida eterna” (Tito 1:2).
–Está con él todos los días de su vida, tanto en los buenos como en los malos (Mateo 28:20).
–No permitirá que la prueba sobrepase lo que puede soportar (1 Corintios 10:13).
–Todo obedece a su voluntad (Proverbios 21:1).
El Dios que hace tales promesas es un Dios de amor y misericordioso; está presto a revelarse al que le busca. ¿Usted, quizá?
Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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