jueves, 10 de junio de 2021

REFLEXIÓN - Jueves, 10 de junio de 2021

Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Porque por fe andamos, no por vista.
La fe

Creer en Dios supone creer en su existencia y en el hecho de que yo soy su criatura. Es reconocer su grandeza y su poder, en contraste con mi pequeñez, mi fragilidad. Es percibir lo absoluto de su santidad y de su amor, y llegar a la terrible conclusión de mi derrota moral. La fe me lleva a reconocer lo que soy ante Dios: una criatura que lo ofendió, que merece su juicio y que en sí misma no tiene ninguna posibilidad de salvarse.

Creer en Dios también es tener la firme convicción de que él tiene el poder para salvarme, debido a lo que él es. La Biblia, su Palabra, nos anuncia su plan de salvación: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Esta liberación es inmediata para aquel que cree, es un don de Dios, es la vida eterna.

La fe en Dios, en su Palabra, es la base para la vida del cristiano. El creyente que tiene la vida eterna vive hoy en “vida nueva” (Romanos 6:4). Confía en Dios, le habla, le hace preguntas. Cuenta con su ayuda diaria. El Señor Jesús mismo enseñó cómo poner en práctica esta vida de fe. Respondió a dos ciegos: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:29). A un padre que le suplicaba por su hijo enfermo, le dijo: “Al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23). Andar por la fe es dejar a Dios dirigir nuestra vida. Es reconocer la verdad y la confiabilidad de lo que nos dice en la Biblia. Es creer en sus promesas; y en especial, es la esperanza de estar pronto con Jesús.

Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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