sábado, 21 de marzo de 2020

REFLEXIÓN - Sábado, 21 de marzo de 2020

Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios.
No hay refugio como el Dios nuestro.
Un mundo desestabilizado
El mundo evoluciona a una velocidad vertiginosa, los progresos tecnológicos abundan en todos los campos. Algunos aportan una mejoría, como en la medicina, pero otros son aterradores. El hombre se ve superado por sus propios inventos.
Se lucha desesperadamente contra numerosas calamidades: droga, violencia, desenfreno sexual, terrorismo... la lista es larga. Las personas se sienten cada vez más solas, a pesar de la generalización de los medios masivos de comunicación. Los valores morales, reconocidos durante mucho tiempo, son dejados de lado. La humanidad parece haber perdido sus puntos de referencia.
No obstante, en medio de este universo inestable e inconstante, existe un punto de apoyo sólido como una roca: Dios. Él es nuestro Creador, nos dio la vida y nos ama. Él no cambia, y es la fuente de toda felicidad para el hombre. “Él solamente es mi roca y mi salvación... No resbalaré” (Salmo 62:6). Su Palabra, la Biblia, está allí, sólida, inquebrantable, en medio de las aguas tumultuosas. Es una lámpara para nuestro camino (Salmo 119:105), y “permanece para siempre” (Isaías 40:8). Jesús mismo dijo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7:24-25).

Tomado de LA BUENA SEMILLA.

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