Escucha esto, Job; detente, y considera las maravillas de Dios... ¿Has conocido tú las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría?
En esa fresca tarde de otoño en nuestra aldea de Suiza, mientras preparaba la comida, miré por la ventana y quedé extasiada. «¡Teresa, ven rápido!, grité precipitándome hacia la puerta, ¡ven a ver!». Mi hija dejó lo que estaba haciendo, tomó su chaqueta y corrimos hasta el campo situado en la parte baja del jardín. A nuestros ojos se ofrecía uno de los cuadros más magníficos que jamás había visto. Todo el horizonte era como el fuego. Todo parecía cubierto de colores brillantes: el cielo y los árboles, el horizonte y las nubes. Permanecimos silenciosas, impregnadas de aquel espléndido espectáculo. Luego, poco a poco, los magníficos tonos comenzaron a perder su resplandor. Maravilladas, permanecimos allí hasta la caída de la noche.
De regreso a casa desbordábamos de admiración ante la grandeza y la perfección de Dios, perceptibles en su creación. Estábamos emocionadas por ese recordatorio del poder del Señor, siempre presente a nuestro lado.
Padres cristianos, ¡qué felicidad poder mostrar a nuestros hijos las numerosas pruebas del poder, de la gloria y de la presencia divinas en nuestra vida! Mostrándoles, más allá de lo terrenal, las maravillas creadas por Dios, les enseñamos a contemplarlas en sus obras, a adorarlo y a glorificarlo.
Esto es como una muestra de la belleza de la nueva creación que esperamos.
“Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:3).
Tomado de LA BUENA SEMILLA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario