martes, 15 de octubre de 2019

REFLEXIÓN

Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado.
Salmo 41:4
Jesús... anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo.
Hechos 10:38
Diagnóstico y sanación
Pedro tenía fuertes dolores y fiebre alta. Era urgente ir al médico. Allí le practicaron un examen y le ordenaron un tratamiento. Pero el diagnóstico no sanaría a Pedro: para recobrar la salud debía tomar los medicamentos indicados en la receta.

Pedro debió hacer cuatro cosas: reconocer que realmente estaba enfermo, ir a un médico, aceptar su diagnóstico y seguir el tratamiento indicado.

Moralmente todos los hombres han sido alcanzados por la «enfermedad» del pecado, ese profundo deseo de vivir sin Dios. Para ser sanados de esta enfermedad, sigamos los mismos pasos que Pedro.

1. Reconozcamos que no estamos bien, que nuestra alma necesita cuidados.

2. Vayamos a Dios y confiemos plenamente en él, el único médico competente para cuidar nuestra alma. Él se presenta a nosotros como el Médico divino: “Yo soy el Señor tu sanador” (Éxodo 15:26).

3. Aceptemos su diagnóstico: “Todos pecaron”, y su veredicto: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 3:23; 6:23).

4. Sigamos su receta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). “Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados” (Hechos 10:43).

“Cristo padeció por nosotros... llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (de la cruz)” (1 Pedro 2:21, 24), y “por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

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