miércoles, 16 de octubre de 2019

REFLEXIÓN

Será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión... como sombra de gran peñasco en tierra calurosa.
Isaías 32:2
No nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.
1 Tesalonicenses 5:9

Al abrigo de la roca
Había dejado a mi familia en la playa para escalar los peñascos con vista al mar. De repente una gran piedra se desprendió bajo mis pies y empezó a rodar por la pendiente. En ese momento las cabezas de mis dos pequeñas hijas aparecieron detrás de una roca, justo en la trayectoria de la piedra. Apenas tuve el tiempo de gritar: ¡Tírense al suelo! En un último rebote la piedra golpeó la peña y se rompió lanzando los fragmentos en todas las direcciones. Bajé corriendo y encontré a mis dos pequeñas sanas y salvas, agachadas al pie de la roca. Profundamente conmovidos, agradecimos a Dios nuestro Padre por su protección.

¡Salvado al abrigo de la roca! Esta es la situación de los que han recibido a Jesucristo como su Salvador. La Biblia habla de la ira de Dios que pronto caerá sobre todo el que no cree en el Hijo de Dios (Juan 3:36). El Dios santo habla así de su ira, no para amenazar, sino para advertir sobre el peligro que atraemos sobre nosotros mismos debido a nuestra propia desobediencia. En efecto, él nos ofrece la salvación y el perdón por medio de su Hijo Jesucristo. Dios nos ama y nos llama a refugiarnos en Cristo, la roca. En la cruz, la ira de Dios se derramó sobre él para que todos los que acepten su gracia sean librados del juicio. El cristiano puede retomar las palabras de David: “El Señor es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré... mi alto refugio” (2 Samuel 22:2-3).

Extraído de http://labuenasemilla.net/

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