domingo, 27 de octubre de 2019

REFLEXIÓN

Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Romanos 8:15-16
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Romanos 5:5
El Espíritu Santo en el creyente
– ¿Por qué los cristianos pueden orar a Dios con confianza y gozo? Porque al creer recibieron “el Espíritu de adopción” en su corazón. Este los conduce a orar a Dios como al Padre que los ama y que los ha adoptado. El Espíritu les da la convicción interior de que son hijos de Dios. ¡Qué felicidad saberlo!
– ¿Por qué el creyente se entristece al ver sufrir la naturaleza? Es el Espíritu que obra en él y le muestra que este mundo está dominado por el mal... pero no para siempre. En el momento determinado por Dios, el Señor reinará sobre la tierra y liberará del pecado a los hombres y a la naturaleza. Mientras tanto, el Espíritu ayuda a los creyentes e intercede por ellos según el pensamiento de Dios (Romanos 8:27).
– ¿Por qué dirigimos nuestros pensamientos hacia el cielo? El Espíritu nos revela las glorias del Señor que está en el cielo. Jesús dijo respecto al Espíritu Santo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14). Qué gozo cuando el Espíritu nos hace comprender la Biblia y nos presenta a Jesús quien, después de su muerte en la cruz, vive y está glorificado en el cielo. Ya, desde la tierra, celebramos su victoria sobre el pecado y la muerte.
– ¿Por qué somos ricos en esperanza? Pertenecemos al Señor y, como prueba, hemos sido “sellados con el Espíritu Santo” (Efesios 1:13-14). Ese sello del Espíritu atestigua que somos del Señor, nada podrá separarnos de su amor, y pronto nos llevará junto a él.

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