martes, 17 de diciembre de 2019

REFLEXIÓN


El día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
2 Pedro 3:10

Una predicción sin fundamento
Según una encuesta realizada por IPSOS (empresa francesa e internacional de sondeos de opinión) en mayo de 2012 en veinticuatro países, el 10% de las personas entrevistadas pensaba que el fin del calendario maya, es decir, el 21 de diciembre de 2012, correspondía al fin del mundo. Cada uno pudo constatar que esa predicción era sin fundamento. Desde la época romana, el fin del mundo ha sido predicho más de cien veces, con un pico de mayor frecuencia alrededor del año mil.
Este anuncio recurrente del fin del mundo traduce la angustia de la humanidad frente a un futuro que se imagina catastrófico. ¿En quién confiamos para responder a esta angustia?
La Biblia declara sin ambigüedad que, en efecto, este mundo tendrá un fin (ver el versículo del encabezamiento). Debemos temer, no al fin del mundo, al cual nadie asistirá, sino al juicio de Dios que lo precederá, pues todo hombre deberá comparecer ante él. Sobre esos hechos solemnes, la Biblia dice:
“Dios... ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31). Ese Hombre es Jesús, quien aún hoy nos dice: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
“Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).

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