martes, 3 de diciembre de 2019

REFLEXIÓN

Tiempo de callar, y tiempo de hablar.
Eclesiastés 3:7
Vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta... el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible.
1 Pedro 3:1-4
Una predicación silenciosa
El cristiano no es llamado a hablar siempre de su fe; hay casos en los cuales es más oportuno callar. Sin embargo, en todo momento puede testificar de su Salvador por medio de su conducta. Esta silenciosa predicación está al alcance de todo cristiano. A veces es más poderosa que las palabras, y es el gran recurso en ocasiones en las cuales hablar resulta difícil o hasta imposible, en particular cuando el testimonio verbal ya ha sido rechazado.
El apóstol Pedro considera el caso de una esposa que se convierte a Cristo estando casada con un marido incrédulo. Exhorta a la esposa a estar sumisa a su marido, insistiendo en el hecho de que el cónyuge incrédulo puede ser ganado, sin palabras, por la conducta de su mujer. Dicha sumisión, en un espíritu apacible, es una predicación silenciosa pero elocuente para llevar a su cónyuge al Señor.
Dios espera que sus hijos reproduzcan en la vida cotidiana las perfecciones morales de Jesús: bondad, humildad, dulzura, paz, paciencia, abnegación... Los que no leen la Palabra de Dios se ven obligados, en cierta manera, a leerla mediante la conducta de los cristianos. El apóstol Pablo compara a los creyentes con una “carta” conocida y leída por todos los hombres (2 Corintios 3:2-3). Una carta se lee con los ojos. Testificar de Cristo es un honor y un privilegio, es una de las razones de ser del cristiano en la tierra. ¡Cristianos, prestemos atención a nuestra conducta!

Tomado de labuenasemilla.net

No hay comentarios.:

Publicar un comentario