viernes, 6 de diciembre de 2019

REFLEXIÓN

Le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Juan 19:18
Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados.
Isaías 53:5

El llamado de la cruz
Entre todos los acontecimientos de la historia, hay uno capital, que se dirige al hombre de hoy como lo hizo al del pasado: Jesucristo, a quien mataron mediante un terrible suplicio, la crucifixión, dio voluntariamente su vida para salvar al hombre. Ocho siglos antes de ese acontecimiento, el profeta Isaías describió los sufrimientos de Jesús, el Hijo de Dios (Isaías 53). Jesús mismo anunció su muerte en la cruz y sus consecuencias: “Si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). El lugar donde la cruz fue levantada estaba a la vista de todos. Era necesario que su crucifixión fuera pública para que se constatara el hecho de que Cristo sufría y moría por la humanidad, a fin de que todos pudieran recibir la salvación de Dios.
Un día, el joven conde de Zinzendorf (Alemania, 1700-1760) quedó estupefacto ante una obra de arte que representaba a Cristo en la cruz. El pintor había agregado algunas palabras al pie del cuadro: «Esto he hecho yo por ti, ¿qué has hecho tú por mí?». Estas palabras puestas en la boca de Cristo lo alcanzaron como una flecha, y el joven se sintió interpelado por Dios mismo. En primer lugar respondió creyendo que Jesús había llevado en la cruz el castigo por sus pecados. Luego pasó su vida sirviéndole.
Si uno no percibe el amor de Dios, tampoco comprende lo que Jesús hizo muriendo en la cruz, incluso le parece una locura. Pero la resurrección del Hijo de Dios demuestra la grandeza infinita de Su persona y de Su obra. Desde hace dos mil años, la cruz de Jesús hace su llamado, ¿cómo responderá usted?

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