lunes, 11 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Señor.
Salmo 27:8
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.
Santiago 4:8
Confesión y perdón
Melania, una jovencita de 15 años de edad, fue a pasar la tarde en casa de una amiga. Su padre le recordó la hora límite para regresar a casa: diez de la noche. Pero como sucede con frecuencia en los adolescentes (y también en los adultos...), Melania dejó pasar la hora, y finalmente regresó mucho más tarde, sin avisar a sus padres.
Al día siguiente fue necesario encontrar un momento para excusarse con su padre y reconocer su falta. Confundida, sentada frente a él, con la mirada baja, reconoció su desobediencia y se excusó con palabras vacilantes.
–Mírame, le dijo él. Ella no quería hacerlo, pero terminó por levantar los ojos. Y en lugar de encontrar una mirada dura e irritada, vio lágrimas y una expresión de gran ternura en los ojos de su padre. Entonces se lanzó a sus brazos, y padre e hija entendieron que todo estaba nuevamente claro entre ellos.
Esta historia es una imagen simple de las relaciones del cristiano con Dios. Cada día él nos invita a conversar a solas con él, para que la comunión permanezca intacta entre él y nosotros, o para restablecerla si hemos pecado: “Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados” (1 Juan 1:9), solo espera una confesión sincera de nuestra parte. No tengamos miedo de momentos así, cara a cara con Jesús. Ellos siempre nos traerán paz y gozo.
“En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en el Señor mi esperanza” (Salmo 73:28). “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8).

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