miércoles, 27 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Envió su palabra, y los sanó.
Salmo 107:20
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Isaías 55:7
Heridas y culpabilidad
Las heridas de la vida son numerosas para muchos de nosotros. Profundas y penetrantes, como la muerte de un ser querido, el divorcio, la injusticia, el maltrato, la violencia, el desempleo... a menudo dejan huellas mal cicatrizadas. Las heridas, como la culpa, favorecen el sentimiento de rechazo, de abandono, y todo un cortejo de turbación: angustia, depresión... sin olvidar el sentimiento de soledad.
Así, ¿quién no necesita sanación y perdón? La Biblia declara que Dios sana a los de corazón quebrantado y venda sus heridas (Salmo 147:3). Dios es el único y verdadero refugio para los que sufren.
Su amor fue demostrado cuando Jesús vino a la tierra para llevar nuestros dolores (Isaías 53:4). Aún más, en la cruz tomó sobre sí mismo el castigo que merecían nuestros pecados. Solo Jesús es la fuente de la vida y de la paz; es el único que puede librar y consolar. Los sufrimientos de la vida deberían empujarnos a los brazos de Dios. Él puede cambiar un desierto en oasis (Salmo 107:35), una prisión en lugar de gozo.
Lo primero que necesitamos es el perdón de Dios. Jesús lo adquirió para nosotros en la cruz. No deje que el pasado lo detenga. Vaya al que puede colmar todas sus aspiraciones: perdón, verdad, purificación, consuelo... Dios tiene proyectos de paz para todos los que ponen su confianza en él.

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