miércoles, 6 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado... Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:33-36
El camino hacia la libertad
No todos hemos estado en la cárcel. Pero, ¿sabe usted que por naturaleza todos somos moralmente prisioneros? En efecto, no podemos escapar al pecado. Es lo que Jesús explicaba a los judíos, quienes creían no tener ninguna necesidad de liberación (Juan 8:33-36). Pensamos ser libres, pero en realidad servimos al pecado, somos sus esclavos.
Pero felizmente esta triste constatación no es definitiva. Si bien la Biblia nos enseña que somos esclavos de nuestras codicias y pasiones, también nos presenta al Libertador, Jesús. Dios lo envió “a pregonar libertad a los cautivos... a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Son muchos los que, en todo el mundo, pueden dar testimonio de tal liberación. Esclavos de la droga, del alcohol, de prácticas ocultas, de pasiones malsanas... leyendo la Biblia han hallado el camino de la verdadera libertad.
Primero debo reconocer que necesito ser liberado, e ir a Jesús, el Hijo de Dios. Él sufrió en la cruz el justo juicio de Dios contra el pecado, por eso Dios puede ofrecer un pleno perdón a todo el que cree que Jesús murió por él. Jesús le comunica una vida nueva, de origen divino, animada por el Espíritu de Dios. Entonces, liberado de su condición de esclavo del pecado, el creyente puede exclamar: “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2).
“Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).

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