viernes, 15 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Te puse nombre, mío eres tú.
Isaías 43:1
Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
2 Corintios 8:9
Jesús y los marginados
Cuando Jesús nació, fue acostado en un pesebre; vivió pobremente cada día de su vida. Durante el tiempo de su ministerio, anduvo de un lugar a otro “haciendo bienes” (Hechos 10:38). Él, el Hijo de Dios, no dudó en acercarse a los que eran incomprendidos, menospreciados, rechazados por la sociedad. No condenaba ni menospreciaba a nadie...
Aún hoy, está cerca de los que sufren, cualquiera que sea su sufrimiento. Él es el Amigo, el Consolador, el Libertador por excelencia. Él, quien solo había hecho el bien, nos amó hasta aceptar morir por nosotros en una cruz, entre dos malhechores.
¿Ha sido usted maltratado por la vida? ¿Se siente solo, sin amor, desanimado, desesperado? ¿Experimenta el vacío de su existencia? ¿Anhela tener una vida intensa, llena de gozo, de tranquilidad, de paz? Para Jesús, usted, tal como es, tiene un valor único e irremplazable, cualquiera que sea su pasado y su situación actual. Ningún caso es demasiado difícil para Jesús. Por su poder, él puede cambiar las situaciones más desesperadas. Jesús trae el verdadero amor, la liberación de toda clase de ataduras (alcohol, droga, sexo...), la libertad auténtica, la paz interior, una vida que vale la pena vivirla. Sí, Jesús nunca decepciona.
Reconozca humildemente que usted no puede salir solo de su penosa situación. Confíe plenamente en Jesús, el Señor, y acuda a él. Entonces él podrá librarlo verdaderamente.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar... mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28, 30).

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