sábado, 16 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.
1 Corintios 8:2
El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
1 Corintios 3:20
El temor del Señor es el principio de la sabiduría.
Proverbios 9:10
Creer, conocer y comprender
“Hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:69).
El orden de estos dos verbos (creer y conocer) es esencial para comprender los pensamientos de Dios revelados en la Biblia. Como revelación, deben ser creídos, recibidos, con un espíritu sumiso a la autoridad de su autor. Solo con esta condición ellos iluminan el ser interior del hombre: inteligencia, consciencia, corazón. Tratar de comprender los pensamientos de Dios mediante nuestros propios razonamientos solo nos conduce a la duda, o a una incredulidad todavía más grande. Entonces uno cree descubrir contradicciones en la Biblia, que no son más que aparentes. ¡Creemos saber, no entendemos, y por lo tanto no creemos!
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios” (Hebreos 11:3). La creación del universo por Dios siempre ha suscitado toda clase de objeciones. Pero el que cree el relato del Génesis (capítulos 1-2) comprende lo que los sabios ponen constantemente en duda a la luz de sus conocimientos. Dios no nos explica todo. Su objetivo no es convertirnos en sabios, sino hacernos conocer lo que él es: amor y luz, y que vivamos en relación con él.
Si quiero conocer con certeza, comprender aquello por lo cual los hombres se enfrentan constantemente sin llegar a explicarlo, primero debo estar atento a lo que la Palabra de Dios me revela con toda sencillez. Una gran luz brillará en mi mente, y también en mi corazón.

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