sábado, 9 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

(Jesús dijo:) Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Juan 15:5

Es demasiado caro
Léase Lucas 18:18-25
El joven mencionado en el relato de Lucas 18:18-25 era muy simpático, rico, instruido, practicaba el bien desde su juventud. Sin embargo, no estaba tan seguro de sí mismo cuando fue a Jesús y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Con su respuesta Jesús puso en evidencia las prioridades del corazón de ese joven: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres... y ven, sígueme” (Lucas 18:22).
¡Qué sorpresa para ese joven... y para nosotros! Ese líder respetado y respetable, ¿no era apto para el reino de Dios? ¡Imposible! ¿Y vendería sus preciados bienes para seguir a Jesús? ¡Jamás! Las riquezas que lo separaban de Jesús tenían demasiada importancia a sus ojos para desprenderse de ellas. ¡El joven se fue muy triste! Triste también fue la mirada del Salvador viéndolo alejarse.
¿Qué me dice la mirada del Señor cuando se posa sobre mí? Aparta de tu vida todo lo que te separa de mí, ¡y sígueme! Déjame formarte para que me sirvas mejor, para que seas más útil. Amor al dinero, deseo de alcanzar el éxito social, ambiciones, pasiones de toda clase, cada uno puede poner un nombre sobre el obstáculo que le impide dar todo su corazón a Jesús.
Él quiere el primer lugar: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26).
“Jesús les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lucas 18:29-30).

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