martes, 19 de noviembre de 2019

REFLEXIÓN

Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero... sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
Romanos 8:26, 28

Él te guardará de todo mal
Esta mañana, como de costumbre, le pedí a Dios que me guardara de todo mal en el curso del día. Y salí confiado. En el trayecto resbalé y me fracturé una pierna. Entonces me llevaron al servicio de urgencias del hospital, donde pasé largas horas. La fractura era grave, era necesario operar... Mientras esperaba tuve todo el tiempo para reflexionar. Una voz interior me susurraba: «Pediste a Dios que te guardara, y te rompiste la pierna. Sin embargo, está escrito: “Él te guardará de todo mal”. ¿Ese versículo no es válido hoy para ti? ¿Tal vez no oraste con suficiente fe esta mañana?»...
Mi habitación en el hospital era tranquila, pero dentro de mí había una gran agitación. Por último, el versículo 28 de Romanos 8 se impuso a mi espíritu y me tranquilizó. La promesa es formal: ¡todas las cosas (todas, incluso una pierna rota) trabajan para el bien de los que aman a Dios!
Cristianos, fácilmente consideramos un acontecimiento desagradable como un “mal”. Pero si Dios nos permite una contrariedad, o incluso un accidente, no nos dejemos turbar. El Salmo 121:7 afirma: “El Señor te guardará de todo mal”, pero la continuación es primordial: “Él guardará tu alma”. Según su fiel promesa, Dios nos guarda de todo lo que sería un mal para nuestra alma. Lo hará de tal manera que lo que equivocadamente consideramos como “un mal”, finalmente contribuye al bien de nuestra alma.
La historia de Job es un ejemplo conmovedor de ello: Dios permitió que pasara por terribles pruebas, con miras a hacerle un bien inmenso. Y Job no fue perdedor (leer Job 42).

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